La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos.
Antes de iniciar su Pasión Jesús, como hombre, preve su padecer y se retira para rezar y pedir al Padre no padecer, pero en todo caso no se haga su voluntad, sino la del Padre, se dirige a los Apóstoles, hombres tan próximos a Él y les advierte: velad y orad para no caer en tentación. Si así les advierte a ellos, ¿qué nos tendría que decir a nosotros tan alejados de Jesús y tan apegado sal mundo?
La flagelación de Jesús.
Jesús es azotado y no por sus culpas, sino por las nuestras. Él con su padecer, como hombre Dios, da una dimensión infinita
a sus padecimientos para alcanzar el perdón de todos los pecados de los hombres, que por mucho que pudiéramos padecer, nada seria para merecer el perdón de un solo pecado.
La coronación de espinas.
Jesús conoce nuestras traiciones, nuestras infidelidades, nuestros desamores y todos esos pecados le causan un mayor dolor, pues son cometidos por los que le conocen y quieren servirle. Es por eso que sufre los hondos pinchazos de las espinas que tiene la corona que, como Rey nuestro, le pusimos, la sufre sobre su Cabeza y las sufre en su Corazón, como se representa al Sagrado Corazón. Pidamos no sufriera un pinchazo más por nuevas traiciones nuestras
Jesús carga con la Cruz por la calle de la Amargura.
Jesús lleva la Cruz, que tiene el peso de nuestros pecados. ¡Qué infinito será su padecer al ver tanta maldad, tanto desprecio a su Voluntad, tanta traición a su Amor! ¡Cuánto duele la falta de correspondencia! Y así camina y por el camino encuentra a su Madre. Nuestro entendimiento no puede abarcar el padecimiento del Señor, ni siquiera el de su Madre viendo a su Hijo inocente, asi culpado. ¡Que viendo esa procesión sintamos, en nuestro interior, una saeta que nos abra el corazón!
La crucifixión y muerte de Jesús.
Sobre la Cruz de nuestras, o mejor, por nuestras culpas, Jesús es levantado y ese es Trono y Derecho de su Muerte. Junto a Él está su Madre y está de pie porque tiene a su lado a Dios Hijo, pero su dolor, como Mujer, como Madre y como hija de Dios, es tan grande, no llora por que ve la Voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta es la razón de su presencia de ánimo, que está en la presencia de Dios. Otra razón no cabe para estar y padecer un dolor tan grande en su Corazón tan sensible y entregado y de recuerdo imborrable, recibe de Jesús a los hombres, causa de su Cruz, para que nos reciba como hijos. Nuestra Señora es Madre nuestra, porque le hemos sido regalados después de habernos redimido.