Santo y bueno es meditar
la brevedad del vivir,
más no hay que olvidar
que hemos de resucitar
para nunca más morir.
Cuando pienso de esta suerte
me encuentro sereno y fuerte.
La muerte no me intimida,
que más allá de la muerte,
es donde empieza la vida.
Si acaso de mis pecados me oprime la noche oscura,
¡Señor, tu voz me asegura que todos están personados con usura!
Con humilde contrición
hice de ellos confesión
y me otorgó su perdón,
por tus méritos Señor.
Esto mengua mi temor
y mi esperanza acrecienta,
Cuándo me ajuste la cuenta
¿habrá saldo a mi favor?