ad sidera visus

Quijote y SanchoNo todas las hermosuras enamoran; que algunas enamoran la vista y no rinden la voluntad, que si todas las bellezas  enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas sin saber en cual habían de parar.

A que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me  mostráis, decís, y aún queréis que yo esté obligada a amaros.

La que es amada por hermosa no está obligada a amar a quien le ama.

Podría acontecer que el amador fuese feo, y siendo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal decir:

“Quiérote por hermosa: hasme de amar aunque sea feo”.

La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer hermoso.

La senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso.

No hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma.

Todos los contentos de esta vida pasan como sombra y sueño y se marchitan como la flor del campo

No es posible que el mal ni el bien sean durables.

No es un hombre más que otro si no hace más que otro

Mucho más se ha de estimar un diente que un diamante

De gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud.

Es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe  de estimar en más.

Nunca los desiguales casamientos se gozan y duran en aquel gusto con que se comienzan.

Has de usar con la honesta mujer el estilo que con las reliquias: adorarlas y no tocarlas.

Es de vidrio la mujer; pero no se ha de probar si se puede o no quebrar, porque todo podría ser.

Y no es fácil el quebrarse, y no es cordura ponerse  a peligros  de romperse lo que no puede soldarse.

Hijos, para deciros que os quiero bien basta saber y decir que sois mis hijos.

Los hijos son pedazos de las entrañas de sus padres, y así, sean de querer, buenos o malos que sean. Se les quiere tan buenos, como quieren. A los padres toca el encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la  buena crianza y costumbres,  para que cuando grandes sean báculo de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad.

Quien no sabe gozar de la ventura cuando viene, no se debe quejar si se le pasa.

El grande que fuere vicioso será vicioso grande y el rico no generoso será un avaro mendigo que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas

Muchos son los andantes (de ayer y de hoy) pero pocos los que merecen nombre de caballeros

Dime con quién andas, decirte he quién eres.

No con quien naces, sino con quien paces

Paso la vida con mi mujer, con mis hijos y con mis amigos.

Ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure.

La pluma es la lengua del alma.

El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos.

Más bien parece el soldado muerto en la batalla que vivo y salvo en la huida.

Innumerables son los que de baja estirpe nacidos han subido a la suma dignidad.

La sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.

Anda despacio; habla con reposo; pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo

Se templado en el beber, considerando que el vino demasiado  ni guarda secreto, ni cumple palabra.

Sea moderado tu sueño; que el que no madruga con el sol no goza del día.

Una mujer recurre al “gobernador”

Este mal hombre me ha cogido en la mitad de ese campo, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y, ¡desdichada de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veintitrés años ha, defendiéndolo de moros y cristianos, y yo, siempre dura como un alcornoque, conservándome entera, como la lana entre las zarzas, para que  ese buen hombre llegue ahora con manos limpias.  

Mire, señor gobernador, ese mismo hombre en mitad de poblado me ha querido quitar la bolsa. No me la quitado, porque antes pierdo la vida que la bolsa. ¡Bonita es la niña!

Termina el gobernador:

Hermana mía, el mismo aliento y valor que habéis mostrado para conservar vuestra bolsa debías haberlo tenido para defender vuestro cuerpo.

Yo, Sancho, nací para vivir muriendo, y tú para morir comiendo

Sancho amigo, me imagino eres hecho de mármol o de duro bronce, en quien no cabe sentimiento alguno.

Yo velo cuando tú duermes; yo lloro cuando cantas; yo me desmayo de ayuno cuando tú estás perezoso y desalentado de puro harto.

Respuesta de Sancho:

El sueño es capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita el hambre, agua que quita la sed, fuego que,  calienta el frio, frio que templa el ardor, y, finalmente moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto.

Sólo tiene una cosa mala el sueño, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un  muerto  hay muy poca diferencia.