Los bienes que tenemos, sean materiales o espirituales, los hemos recibido y debemos apreciarlos y transmitirlos a nuestros descendientes
De nuestros padres hemos recibido la vida y una tradición: apellidos y enfoques de la vida. No tiene sentido no apreciarlos y no transmitirlos. Lo que mucho se aprecia se guarda bien, pero no es para nuestro propio provecho sino difundirlo Las riquezas se difunden haciéndolas productivas.
De las riquezas que tenemos la de mayor valor es la fe. Esa fe hemos de reafirmarla viviendo según creencia y procurar transmitirla a los que tenemos próximos.
Los padres se preocupan de la formación de los hijos de manera que el día de mañana su vida sea confortable y llena de sentido, es decir, con una visión de más alcance que la del tiempo presente.
Estas consideraciones no son de “agua fiestas”, sino todo lo contrario, son de ánimo. Hay que hacer compatible el pensamiento de hoy y el de mañana. El hoy ya es ayer y el mañana es hoy.
Hay que diferenciar el “bien” de los bienes, las riquezas. Decía uno: “es buena familia, son ricos”. ¡Qué equivocación!
Que la riqueza no está en “el tener”, sino en “el ser”.
De acuerdo con lo que he dicho se justifica el por qué de este escrito.