El joven es persona llena de ilusión, pero joven no lo es quien tiene pocos años, sino quien tiene ilusiones.
Ilusión por saber, por ganar, por jugar, por tener amistades, por encontrar la persona con la que compartir la vida, por formar una familia, por tener un hogar y otras muchas. Una vida sin ilusión se animaliza, es vida de instantes e instintos. De aquí la grandeza del matrimonio que es unión de por vida.
Algunas de estas ilusiones se alcanzan y permanecen, pero les falta visión trascendente para el no creyente. El creyente ha recibido la Fe, la Esperanza y la Caridad. Por la Fe cree, por la Esperanza confia, por la Caridad ama. Por la Fe sabe de dónde viene, cómo debe comportarse y a donde puede llegar. Por lo que ha recibido, por la mañana de cada día, por la jornada vivida, por el descanso nocturno y, porque es bien nacido, debe dar gracias a Dios.
Dar gracias de palabra está bien, pero es poca cosa y algo más es entregar un regalo. Pero a Dios parece no es posible darle regalo alguno, primero porque nada es de nuestra propiedad ya que todo es suyo, exceptuando la libertad de la voluntad que nos otorgó. Por tanto a Dios podemos regalarle entregando nuestra voluntad. Entregamos la voluntad cumpliendo con nuestras obligaciones aunque nos cueste e incluso sea contrario a nuestro gusto.
Esta “Alerta” tiene el propósito de advertir a nuestro pensar y actuar. Si no llega a alertar propiamente, al menos dará algo que pensar… y eso es bueno.