Reinos, Señoríos y Taifas en la Península Ibérica en tiempos Fernando
En aquellos tiempos ocupaban la Península Ibérica los Reinos de León, de Castilla, de Navarra, de Aragón, de Portugal, Señoríos de Vizcaya, Taifas de Baeza, Uclés, Córdoba, Sevilla, Granada y algún otro. El que más el que menos, aspiraba a ensanchar sus dominios, aunque compartiera la misma creencia religiosa. Así apreciamos luchas entre leoneses y castellanos, de éstos con aragoneses o portugueses. Lo mismo ocurría entre los musulmanes.
Las luchas terminaban con la victoria de uno, la derrota de otro, o con enlaces matrimoniales. Este es el caso de Alfonso IX de León que se casaría con Berenguela, hija del Rey de Castilla. Ver el esquema del árbol genealógico al final del artículo.
Alfonso IX, de León y Berenguela, de Castilla se casaron en Valladolid, el año 1197. Berenguela es la mujer piadosa, generosa, prudente, con capacidad política, sabia aconsejarse y aconsejar. Junto con su hermana y madre de San Luis IX, eran las princesas más atractivas de aquel tiempo Alfonso IX tenía buen talle, era forzudo, clemente y de buen temple.
Nacimiento, formación, carácter y comportamiento de Fernando.
Nació Fernando, el 24 de junio de 1198, en un monte, entre Zamora y Salamanca, pues Berenguela acompañaba a su marido Alfonso, rey de una Corte itinerante. El punto se encuentra señalado por el monasterio Cisterciense de Valparaíso, fundado por el mismo Fernando y a sus expensas. Berenguela formó a su hijo, Fernando, en el amor a Dios y en las buenas costumbres, poniéndole maestros que le educaron en las letras y artes como conviene a los príncipes.
Desde mozo resplandeció Fernando en todo género de virtudes: honestidad, modestia, prudencia y misericordia. El estar siempre ocupado y nunca ocioso le distanciaba de todo vicio. Aplicaba el tiempo en ejercicios de armas, en lecturas, de las que sacar ejemplos a imitar o yerros que evitar. Era tan obediente a su madre como lo expresa su frase: “En dejando de ser hijo, dejaré de ser obediente”
En 1204 Berenguela tuvo que separarse de su marido, Alfonso, por nulidad del matrimonio, por razones de parentesco entre los contrayentes. Fernando quedó con su padre y para la enseñanza le procuró aventajados maestros. Le facilitó frecuentes visitas a su madre. En el año 1214 murió Alfonso VIII, rey de Castilla, sucediéndole su hijo Enrique. Enrique no tenía más que once años y como tutora y gobernadora de Castilla debía ser Berenguela, pero por las ambiciones de los nobles y para evitar discordias, la Tutoría pasó al conde de Lara, Álvaro, que no respetó las exigencias del juramento y se excedió en abusos, latrocinios, falsedades, e incluso sitiando la plaza en la que se encontraba Berenguela. El conde de Lara tuvo que abanador el sitio ante la llegada de aguerridos leoneses. Aquí comienza el fin de los condes de Lara.
El año 1217 murió el pequeño Enrique y a Berenguela le correspondía la sucesión. Berenguela se las ingenió para que su hijo Fernando, que se encontraba con su padre, acudiera a su lado. Una vez reunidos madre e hijo decidieron recorrer el reino para ser reconocidos por los Concejos. En la plaza Mayor de Valladolid fue coronada Berenguela como reina, con aclamaciones del Pueblo. Berenguela se quitó la Corona y la puso sobre la cabeza de Fernando, viniendo a ser rey de Castilla.
Pretendió Alfonso IX conquistar Valladolid, pero su intento fracasó y hubo de retirarse. Fernando y su madre entraron triunfantes en Burgos, se apoderaron de villas pertenecientes a los condes de Lara y de Lerma, y continuaron por la Rioja. Álvaro y Fernando de Lara cometieron delitos de “lesa majestad”, que merecía pena de muerte, pero Fernando les perdonó. Fernando de Lara marchó al África y Álvaro Lara murió camino de Toro. Desaparecidos estos condes y asentado el entendimiento entre padre, Alfonso, y el hijo, Fernando, hubo duradera paz entre Castilla y León.
Fernando fue el incansable impulsor de la Reconquista, dominó a señores levantiscos, perdonó a nobles sublevados y vencidos, honró con largueza a sus fieles capitanes, engrandeció el culto y la vida monástica, protegió a las nacientes Órdenes mendicantes, preparó la codificación de nuestro Derecho, instauró el idioma castellano como lengua oficial, instituyó en germen los futuros Consejos del Reino, robusteció la vida municipal, emprendió la construcción de las catedrales de Burgos, de Toledo y quizá la de León, administró ejemplarmente la Justicia, tolerante con los judíos y riguroso con los apóstatas. Fue gobernante severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, alcanzó la santidad ejerciendo su oficio.
Alfonso XII venerando el cuerpo de San Fernando. Catedral de Sevilla. (Óleo de José María Romero, 1883. Ayuntamiento de Sevilla)
Matrimonios de Fernando de Castilla
La primera mujer de Fernando fue Beatriz de Suabia, princesa extranjera, elegida por su madre, Berenguela. Elección acertada, por eliminar posibles parentescos y obtener una buena relación con los imperios más poderosos de la época: el Sacro Imperio Germánico y el imperio de Bizancio. Sobre todo esto se trataba de una mujer de nobleza, belleza y honestidad de costumbres. Era buena, bella, rubia de ojos azules, culta, prudente y de dulcísimo trato. Antes del celebrarse el matrimonio el Rey debía ser armado caballero. El acto de “desceñir” la espada la realizó Berenguela por ausencia de Alfonso IX. La ceremonia tuvo lugar en el Monasterio de las Huelgas
Este Monasterio, fundado por Alfonso VIII, viene a ser un auténtico Panteón Real, por el arte que encierra, los enterramientos de Alfonso VIII, Leonor de Inglaterra, de Enrique I de Castilla, de la madre y la hija de Fernando (ambas de nombre Berenguela). La Abadesa del Monasterio, preceptivamente, ha de ser de sangre real y está dotada de independencia eclesiástica.
La boda de Beatriz de Suabia y de Fernando de Castilla se celebró el año 1219 en la iglesia románica de Santa María de Burgos. De este matrimonio nacieron siete varones y tres mujeres. El primogénito, Alfonso, seria con el tiempo Alfonso X.
Alfonso IX murió, el 24 de septiembre de 1230, dirigiéndose a Santiago de Compostela. Le sucede como rey de León su hijo, Fernando, que ya era rey de Castilla. Así quedan unidos, bajo el mismo rey, los reinos de Castilla y León. Fernando encontró en Beatriz el apoyo afectivo que necesitaba, la tranquilidad y satisfacción que le producía la buena educación que daba a los hijos y el aprecio que le tenían cuantos con ella trataban. Fernando no se sentía a gusto si largo tiempo no estaba la reina su lado. Por esa razón durante el asedio de Capilla, Fernando instaló a Beatriz, que estaba en estado, en la próxima villa Concha. Beatriz se indispuso y se temió por su vida. Alfonso, por encargo de su madre trajo la imagen de la Virgen que él siempre llevaba. Beatriz pidió a la Virgen que la curara y al terminar su oración se incorporó totalmente restablecida.
Según una “Cantiga” Fernando enfermó tan gravemente que los médicos pronosticaban una próxima muerte. Su madre, Berenguela, decidió se le llevara a la Abadía Cluniacense de Oña, donde se venera una imagen de la Virgen a la que se atribuyen varios milagros. Sea o no sea milagro, la realidad es que Fernando se recuperó casi instantáneamente. Años después, el 5 de noviembre de 1235, en la ciudad de Toro murió la reina Beatriz. Berenguela sintió mucho la muerte de Beatriz, por lo que la quería y apreciaba, así como por lo que para su hijo representaba. El cuerpo de Beatriz fue enterrado en el Monasterio de las Huelgas, aunque a la muerte de Fernando los dos cuerpos fueron sepultados en la catedral de Sevilla.
Fernando ya tenía heredero, pero también tenía juventud, 35 o 38 años, y por tanto expuesto a buscar consuelos ilícitos. Su madre deseaba que Fernando volviera a casarse. Con toda claridad se lo comunicó a su hijo y a éste le pareció bien, supuesto le encontrara una dama a la altura de la que había perdido. Berenguela se puso en contacto con su hermana Blanca, que pronto encontró a quien proponer: Juana de Ponthieu, de gran linaje, de carácter dulce y suave, de particular belleza y buenas costumbres, admirada por cuantos la conocieron.
En 1237 se celebró la boda de Fernando y Juana. Fernando la amó mucho y la llevó en todos sus viajes, incluso a las proximidades de los combates. De este matrimonio hubo varios hijos, entre éstos, Leonor que se casaría con Eduardo I, rey de Inglaterra. Juana murió en Abbeville el 16 de marzo de 1279.
Tratos y Conquistas:
Fernando supo acoger las peticiones de ayuda que le solicitó en 1224 el musulmán “el Baezano” ante el ataque de las numerosas fuerzas de Abulula. De la respuesta que dio Fernando se produjo un “Trato” que permitió la conquista de Priego, Loja, la villa de Alhama y posteriormente la fortificada posición de Capilla. Agradecido el Baezano a la ayuda recibida, instó a su hermano Abu-Zeid, gobernador de Valencia, para que se hiciera vasallo del rey de Castilla. Trato “chocante “es el que tuvo con Abulula que solicitó a Fernando ayuda para luchar contra el “emir” de Marruecos Yahia ben Anasir. Fernando aportó miles de caballeros y en compensación recibiría diez fortalezas fronterizas con Castilla.
También llama la atención el “trato” que mantuvo Fernando con el “emir” de Granada, Alhamar. Este se veía en peligro, de perder el trono y la misma vida, por enemigos internos y recurrió al encuentro de Fernando para que le prestara la ayuda necesaria. Fernando respondió bien. Alhamar quedó como vasallo del reino de Castilla. Posteriormente, en 1246 Alhamar trató con el “valí” la rendición de Jaén.
En 1227 conquistó los castillos de Garcies, Jodar y Sabiote. Años posteriores tuvo que recuperar Quesada y reducir a la obediencia de Cazorla al rey de Castilla. Esta operación la dirigió Don Rodrigo Ximenez de Rada, arzobispo de Toledo. De aquí arranca el “adelantamiento de Cazorla”, de que gozaron por mucho tiempo los prelados de la Iglesia toledana.
En el año 1232 conquistó Trujillo y a continuación decidió ir a la conquista de Úbeda, una de las ciudades más fortificadas, pero después de siete meses de asedio se rindió, era el año 1233. En el año 1234 las Órdenes Militares, impulsadas por Fernando, conquistaron Medellín, Alange, y Santa Cruz y los castillos de Chiclana y Magazel. Córdoba, gobernada por Abenhud, estaba bien fortificada y defendida, pero el descontento de los residentes era general. Los cristianos aprovecharon para atacar el barrio de la Ajarquia que llegaron a ocupar. Entre tanto Abenhud recibió una angustiosa llamada del emir de Valencia atacado por Jaime I de Aragón. Acudió Abenhud abandonando Córdoba, que ocupó Fernando III el 29 de junio de 1236.
Bajo el amparo del Rey Fernando se pusieron Estepa, Écija, Almodóvar y otras musulmanas como Moratilla, Zafra, Osuna, Cazalla, Marchena, Porcuna y Morón. Fernando, encontrándose indispuesto, encomendó a su hijo Alfonso acudiera en auxilio del rey moro de Murcia, ya que éste prefería ser vasallo del Rey de Castilla y León que quedar bajo su enemigo Alhamar, dominador de Arjona, Jaén y Granada. El príncipe Alfonso entró en Murcia en 1241 y después tomó la plaza de Mula. Después de años de tener sitiada la ciudad de Jaén pudo hacerse dueño de ella en 1246.
Con el matrimonio del Príncipe Alfonso con la hija de Jaime I de Aragón, Violante, se vinieron a entender el reino de Castilla-León con el de Aragón y aunaron sus fuerzas para conquistar Sevilla. Fernando encomendó al marino Ramón Bonifaz la formación de naves para con éstas impedir a Sevilla la comunicación con el exterior, siguiendo el Guadalquivir. Así quedó Sevilla cercada por tierra y mar sin más salida que la negociación. Fernando exigía le rendición sin más condición que la “buena voluntad del Rey de Castilla y León.
Sevilla fue conquistada el 23 de noviembre de 1248. Con la pérdida de Sevilla se entregaron Lebrija, Trebujena, Arcos, Xerez, Medina y cristianos llegaron a Rota. Toda esta narración no puede recoger tantas luchas que mantuvo y las que contempló a su alrededor, pero su pensamiento queda recogido en las palabras que un día de 1224 dirigió a su madre: ¿De qué me sirve el Reino de Castilla, que con vuestra generosa abdicación me otorgasteis, el matrimonio que me procuraste desde tan lejanos lugares, si me anquiloso por falta de acción y se agosta la flor de mi juventud sin dar fruto y muere el ardor con que comencé a reinar? ¿A qué voy a esperar para reconquistar las tierras que el moro arrebató a nuestros cristianos padres?
Fernando III, Rey de Castilla y León, murió el Sevilla el 30 de mayo de 1252 a los cincuenta y cuatro años de edad y treinta y cinco de Rey en Castilla y veintidós como Rey de Castilla y León.