La Iglesia indispensable
La Civilización Occidental tiene una gran deuda con la Iglesia en campos tan diversos como son: las Universidades, las instituciones benéficas, el Derecho Internacional, las Ciencias, el Arte y la Arquitectura y la Moral, entre otros.
Ciertamente la Civilización Occidental no tiene su origen solo en la Iglesia; no puede olvidarse la importancia e incidencia que tuvieron Grecia, Roma y las tribus germánicas que heredaron el Imperio romano de Occidente.
Una luz en las tinieblas.
“Tiempos oscuros” es el término con el que tradicionalmente se ha designado al milenio que medió entre el fin de la Antigüedad clásica y el Renacimiento
No hay duda de que los siglos VI Y VII se caracterizaron por un profundo retroceso cultural e intelectual, debido en gran medida a las invasiones bárbaras acaecidas en el ocaso de la Antigüedad. El, impacto que produjeron fue desigual, dependiendo de las tribus; Los Vándalos arrasaron y conquistaron el norte de África y saquearon Roma a mediados del siglo V. Los Godos fueron admitidos en el Imperio en 376 cuando huían de la persecución de los Hunos Alarico el Godo saqueó Roma en 410.
El atroz tratamiento que recibían de las autoridades locales les llevó a rebelarse ante las autoridad romana. Un siglo más tarde los Godos gobernaban Roma
El Imperio de Occidente quedó dividido en reinos bárbaros.
Los bárbaros eran pueblos rurales o nómadas que carecían de literatura escrita y apenas conocían la organización social, solo reconocían y respetaban al “jefe” y a falta de leyes recurrían a las “ordalías” de agua hirviendo o fría.
Para los bárbaros el homicidio era la más honrosa de las ocupaciones y la venganza sinónimo de justicia
Los Francos se establecieron de la Galia siendo los más destacados de los pueblos bárbaros.
Un hombre llamado Clodoveo se convirtió en rey de los Francos y más tarde se convertiría al Cristianismo gracias a su cristiana mujer Clotilde. A esta conversión un obispo de la Galia, San Avito, le dio tanta importancia que le dijo a Clodoveo:
“Gracias a Vos este rincón del mundo brilla con poderosa intensidad, y la luz de una nueva estrella ilumina el Occidente”
La identificación de los pueblos bárbaros con su jefe era tal, que a la conversión del rey
del pueblo le seguía.
Tras la victoria de Charles Martel sobre los musulmanes en Tours el año 732 la Iglesia bendijo el paso del poder de la dinastía “merovingia” a la familia de los “carolingios”
Con la influencia de la Iglesia este pueblo “bárbaro” se transformó en constructor de la civilización.
Carlomagno (aprox. 768-814), el más famoso de los francos, fue la encarnación de este ideal. Aunque no sabía escribir dio un fuerte impulso a la educación, a las artes y a la organización de escuelas junto a las catedrales. Este aliento a la educación y a las artes se conoce como el Renacimiento carolingio.
Buena parte de la literatura antigua no se perdió gracias a la recopilación y transcripción realizada durante el reinado de Carlomagno.
La esencia de la educación carolingia se basaba en el quadrivium: astronomía, música, aritmética y geometría y el trívium: lógica, gramática y retórica
Otro logro sustancial del Renacimiento carolingio fue la innovación en la escritura con la “minúscula carolingia”. Una escritura, con mayúsculas y separación de palabras, que podía ser escrita y leída con relativa facilidad.
Los católicos de la época de Carlomagno anhelaban el nacimiento de una civilización más gloriosa que las de Grecia y Roma, puesto que poseían algo que éstos no tuvieron: la fe católica
A pesar de sufrir el azote de los invasores vikingos, magiares y musulmanes en los siglos IX y X, el espíritu del Renacimiento carolingio jamás llegó a extinguirse.
Con Alcuino se inició el gran período de la transcripción de los manuscritos latinos, tanto patrísticos como clásicos.
Tras la muerte de Carlomagno, la iniciativa de difundir el conocimiento recayó en la Iglesia. Los Concilios locales solicitaron la apertura de escuelas.
En la faceta de educadora de Europa, la Iglesia fue la única que sobrevivió a las constantes invasiones bárbaras.
Tras el declive del Imperio carolingio, los monjes iniciaron la recuperación del saber. Estos impidieron que la luz del conocimiento se apagase
Una de las más brillantes luces de esta temprana fase de recuperación del saber fue Gerberto de Aurillac, conocido como Silvestre II al ser elegido Papa, era el hombre más culto en la Europa de su tiempo.
Frases suyas son: “El hombre justo vive con fe, pero es bueno que combine la ciencia con su fe”. “La Divinidad concedió un gran don a los hombres al darles la fe sin negarles el conocimiento” “Quienes no lo poseen son llamados necios”
Como los monjes salvaron la civilización
La labor de los monjes resultó decisiva para el progreso de la civilización occidental.
La influencia de la tradición monástica de Oriente llegó a Occidente por distintas vías. La influencia más destacada fue la de San Benito de Nursia, que estableció doce comunidades de monjes en Subiaco y después fundó el gran monasterio Montecassino.
En este monasterio compuso la famosa Regla de San Benito
Los monasterios benedictinos partían de la base de que el monje debía recibir alimento y sueño en cantidad adecuada. Gozando de una condiciones comparables a las del campesino italiano de la época.
La labor de los monjes resultó decisiva para la civilización occidental.
Los monasterios benedictinos fueron siempre oasis de orden y de paz
La Orden de San Benito llegó a tener 37.000 monasterios y de ella salieron 24 Papas, 200 Cardenales, 23000 Obispos y 1.500 santos canonizados.
Importante fue la labor que en artes prácticas desarrollaron los monjes
A ellos se debe la recuperación de la agricultura. Donde se asentaban, transformaban las tierras vírgenes en cultivos. Abordaban la cría de ganado y las tareas agrícolas, drenaban tierras pantanosas, desbrozaban bosques.
Los monasterios benedictinos eran una “universidad agrícola” para la región.
Fueron los agricultores de Europa; transformaron amplias zonas del Continente en tierras cultivables, asociando la agricultura con la oración. El ora et labora.
Introdujeron cultivos y aplicaron métodos de producción novedosos.
Abordaron la cría de ganados y caballos, en Irlanda los criaderos de salmón, y en otros lugares los viñedos, (pioneros en la producción del vino), el champan se debe a un monje de la Abadía de San Pedro.
Hay que destacar la aportación de los monjes a la tecnología medieval
El monasterio cisterciense de Clairvaux nos ha legado una crónica de sus sistemas hidráulicos en el siglo XII
La comunidad cisterciense se semejaba a una fábrica donde, mediante el empleo de la energía hidráulica, se molía el grano, se tamizaba la harina
Igualmente destacaron en el campo metalúrgico
Varios siglos más tarde, Lana –Terzi, sacerdote jesuita, desarrolló la técnica del vuelo y describió la geometría y la línea de una aeronave.
Se hizo merecedor del título Padre de la aviación
Ricardo de Wallingford, abad de congregación benedictina de Saint Albans es famoso por el gran reloj astronómico que diseñó en el siglo XIV para su monasterio
Desde que la Regla de San Benito obligaba a los monjes a dispensar limosnas y a ofrecer hospitalidad, los monasterios eran posadas gratuitas que proporcionaban un lugar de descanso seguro y tranquilo para los peregrinos, para los pobres y para los viajeros extranjeros. Las puertas del monasterio están siempre abiertas para todos y que su pan es gratis para el mundo entero
A finales del siglo XVI se estableció un hospital monástico en medio de las montañas de Rouergue. Una campana avisaba a cualquier viajero sorprendido por la intimidante oscuridad del bosque. La gente la llamaba “la campana de los caminantes”
La labor más conocida de los monjes es la copia de manuscritos, tanto sagrados como profanos. Tarea considerada especialmente honrosa para quienes la desempeñan.
La honrosa labor del copista era difícil y exigente.
No solo es al monasterio de Vivarium, en el sur de Italia, sino a las bibliotecas de otros muchos a los que debemos el gran corpus de literatura latina que ha sobrevivido hasta nuestros días. Estas obras se han conservando en las bibliotecas y escuelas asociadas a las grandes catedrales.
La Iglesia cultivó, preservó, estudió y enseñó las obras de los autores clásicos
Junto a la esmerada conservación de las obras del mundo clásico y de los padres de la Iglesia, los monjes desarrollaron otra tarea de enorme relieve en su condición de copistas: la “Preservación de la Biblia”
Un monje de Muri decía: “Sin estudio y sin libros, la vida de un monje es nada”
“Nuestros libros son nuestro deleite y nuestra riqueza en tiempos de paz, nuestras armas ofensivas y defensivas en tiempo de guerra, nuestro alimento cuando tenemos hambre y nuestra medicina cuando enfermamos”.
El fomento de la erudición en Irlanda lo aportó San Patricio.
Los monjes conservaron la lectura y la escritura. Estudiaban las canciones de los poetas paganos, los escritos de los historiadores y de los filósofos.
No solo crearon escuelas sino que se convirtieron en maestros y sentaron los cimientos de las universidades. A ellos se debe la pervivencia del pensamiento y de la civilización del mundo clásico a lo largo de la Edad Media y el período moderno.
La Iglesia y la Universidad
La Edad Media no fue, como algunos dicen, una época de ignorancia y superstición intelectual sino que durante ella se puso uno de los principales logros de la civilización occidental: el sistema Universitario. Ni en Grecia ni en Roma había existido nada así.
La Iglesia desarrollo el sistema universitario ya que era la “única institución interesada en la conservación y el cultivo del conocimiento”.
Las universidades de Paris y Bolonia se iniciaron como escuelas catedralicias y las de Oxford y Cambridge reuniones informales de maestros y estudiantes.
Una Universidad, de esa época, poseía un corpus textual obligatorio que los profesores ampliaban con sus particulares visiones. Contaban con programas académicos bien definidos, que duraban un número de años y garantizaban la obtención de ciertos diplomas. La obtención del título de “maestro” permitía a quienes los obtenía el acceso al gremio de docentes.
Al impulso intelectual de la Iglesia en el fomento de las Universidades se sumaron el estímulo y el apoyo del Papado. Era una idea comúnmente aceptada que las Universidades no podían otorgar títulos sin la aprobación del Papa, del Rey o del Emperador. El Pontífice, de facto, y el Emperador, en teoría, ejercían la autoridad en toda la Cristiandad, de ahí que las Universidades hubieran de dirigirse a ellos para solicitar el derecho de otorgar titulaciones.
El grado de “maestro” facultaba en determinados casos a quien lo alcanzaba para ejercer la enseñanza en cualquier lugar del mundo (ius ubique docendi). En torno a finales del siglo XIII el ius ubique docendi se había convertido en el sello jurídico de la institución universitaria.
En la Edad Media los conflictos entre la Universidad y el pueblo de la zona eran frecuentes. La Universidad era sumamente beneficiosa para los comerciantes y para le economía en general, pues los estudiantes tenían dinero para gastar, pero por irresponsabilidad e indisciplina eran detestados por los habitantes de las ciudades...
En 1231 el Papa Gregorio IX promulgó la bula Parens Scientiarum, en favor de los “maestros de Paris. Este documento otorgaba a la Universidad de Paris el derecho de autogobierno y la facultad para establecer sus propias reglas en lo relativo a los estudios.
La Universidad alcanza su mayoría de edad y aparece en la historia como una corporación intelectual plenamente formada, destinada a la formación y al desarrollo académico.
Mientras el sistema universitario seguía siendo joven los Papas fueron sus principales protectores. La Iglesia expedía cédulas, protegía los derechos de la Universidad, se alineaba con los docentes en caso de injerencia indebida por parte de la autoridad no universitaria, permitía y estimulaba un debate intelectual enérgico y en gran medida exento de restricciones.
Ninguna otra institución hizo más por difundir el conocimiento, dentro y fuera de las universidades, que la Iglesia católica.
Las Universidades medievales se distinguían, en ciertos aspectos fundamentales, de las Universidades modernas. Inicialmente la Universidad carecía de edificio o un campus propio. Más que un lugar determinado, la Universidad estaba formada por el cuerpo docente y los estudiantes. Las conferencias se impartían en las catedrales o en salas privadas. Tampoco había bibliotecas. Lo normal era que los estudiantes alquilasen, en lugar de comprar, los libros necesarios. Eran numerosos los jóvenes que asistían a la Universidad con la intención de desarrollar una profesión, razón por la cual los estudios más comunes eran los de leyes
Cuando más se asentaban las Universidades, más traumático resultaba para la vida de la ciudad que la Universidad decidiera trasladarse a otro lugar.
¿Qué se estudiaba en estos grandes centros de enseñanza? Las siete artes liberales, para los principiantes, además de Derecho Civil y Canónico, filosofía natural, medicina y teología.
Una intensa actividad traductora permitió recuperar muchas de las grandes obras del mundo antiguo. Figuran entre estos textos la geometría de Euclides; la lógica, la metafísica, la filosofía natural y la ética de Aristóteles, los trabajos médicos de Galeno.
Florecieron asimismo los estudios legales cuando se redescubrió el Digesto, pieza clave del Corpus Juris Civilis, del emperador Justiniano, un compendio de Derecho Romano, enormemente admirado desde sus orígenes hasta el día de hoy.
La distinción entre estudios superiores y no superiores quedó más o menos establecida desde los comienzos del sistema universitario
El estudiante de artes liberales y el alumno que aún no había obtenido su titulación asistía a conferencias. Los maestros disertaban sobre algún texto importante, a menudo de la Antigüedad clásica.
A petición del “maestro”, los alumnos debían defender uno u otro aspecto de la cuestión. Una vez concluido el debate, era el “maestro” quien resolvía la situación. Mediante este proceso se alcanzaba el título universitario: Licenciado en Artes.
Esto le permitía buscar un empleo remunerado. Otros proseguían sus estudios con miras a alcanzar un diploma superior, el título de “maestro”. No es fácil determinar el tiempo medio que transcurría entre la obtención del primer diploma universitario y el título de “maestro”.
Mediante una rigurosa enseñanza de la lógica los estudiantes medievales cobraban conciencia de las sutilezas del lenguaje y de las trampas de la argumentación. De ahí que la utilidad de la razón tuviese un gran peso en la educación universitaria.
Los estudiantes seguían el ejemplo del gran genio de la lógica, Aristóteles.
Los hombres educados deseaban formar universitarios capaces de detectar las falacias lógicas y formular argumentos lógicamente sólidos.
El escolasticismo era el término asignado a la labor intelectual realizada en las Universidades.
El término se refiere más al método seguido que al contenido. Los escolásticos se entregaban a la razón como herramienta indispensable para el estudio de la teología y la filosofía, y a la dialéctica como método más adecuado para abordar cuestiones de interés intelectual
Quizá sea San Anselmo el primer escolástico (1033-1109). San Anselmo postuló como definición de Dios “la de que nada mayor puede concebirse”, lo que implica la existencia de dicho ser, pues si no existiera en el mundo real no sería el más grande ser concebible.
El más grande de los escolásticos y una de las más grandes mentes de todos los tiempos fue Santo Tomás de Aquino.
La creación de las universidades, el compromiso con la razón, la argumentación racional y el espíritu de investigación, que caracterizaban la vida intelectual en la Edad Media, fueron “un regalo del Medievo latino al mundo moderno”