ad sidera visus

La Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, está dividida en cinco capítulos: La transformación misionera de la Iglesia / La crisis del compromiso comunitario / El anuncio del Evangelio / La dimensión social de la evangelización / Evangelizadores en espíritu.Evangelii Gaudium

He aquí algunos de sus puntos y frases o párrafos, que más me han llamado la atención.  

Capítulo primero.

Una Iglesia en salida. En la palabra de Dios permanece permanentemente este dinamismo de salida que Dios quiere provocar en los creyentes... Todos somos llamados a esta nueva “salida misionera “La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es alegría misionera.

Involucrarse, acompañar, fructificar y festejar. La Iglesia en salida es la comunidad de los discípulos misioneros que se involucran, que acompañan, que fructifican y que festejan. La evangelización ha de tener mucho de paciencia.

 

Una impostergable renovación eclesial. La Parroquia no es una estructura caduca, ha de estar en contacto con la vida del pueblo. La Parroquia alienta  y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización.

 

Capítulo segundo.

No a una economía de la exclusión Hoy hay que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Es una economía que mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frio un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caida de dos puntos en la Bolsa. Esto es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad, Se considera al ser humano, en sí mismo, como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte”. Los excluidos no son “explotados”, sino deshechos “Sobrantes”.

Los excluidos siguen esperando. Se ha desarrollado la globalización de la indiferencia... Nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros. La cultura del “bienestar” nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas nos parecen un mero  espectáculo  que de ninguna manera nos altera

No a la nueva idolatría del dinero. Hemos aceptado el predominio del dinero sobre nosotros. ¡La negación de la primacía del ser humano! Es el “fetichismo” del dinero y la dictadura de la economía. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa mayoría feliz...

El afán de poder y de tener no conoce límites.

No a un dinero que gobierna en lugar de servir. Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. La ética permite crear un equilibrio y un orden social más humano. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa debe recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, exhortando a la solidaridad.

No a la inequidad que genera violencia. Hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los pueblos será imposible erradicar la violencia. La inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandirse. Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo. La inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás.

Algunos desafíos culturales. Los ataques a la libertad religiosa han alcanzado en algunos países niveles alarmantes de odio y violencia. La fe católica de muchos pueblos se enfrenta hoy con el desafío de la proliferación de nuevos movimientos religiosos, algunos tendientes al fundamentalismo y otros que parecen proponer una espiritualidad sin Dios. Es necesario que si parte de nuestro pueblo bautizado no experimenta su pertenencia a la Iglesia se debe a unas estructuras y a un clima poco acogedor en alguna de nuestras parroquias y comunidades... El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado. Al  negar la trascendencia se  ha producido una creciente deformación de la ética. La Iglesia insiste en la existencia de normas morales objetivas válidas para todos. Se requiere una educación en los valores. La familia se encuentra en una crisis profunda y de gravedad porque es la célula básica de la sociedad. El matrimonio viene a ser visto como una nueva forma de gratificación afectiva y que puede modificarse según la sensibilidad de cada uno.

Desafíos de la inculturación de la fe. El substrato cristiano de algunos pueblos, especialmente Occidentales,  guarda valores de auténtico humanismo cristiano y expresa su solidaridad de múltiples maneras. Una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa. Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar  el Evangelio. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza, ya existente y en otros de promover nuevos procesos de evangelizar la cultura.

Desafíos de las culturas urbanas. En la ciudad, lo religioso está mediado por diferentes estilos de vida, que difieren de la de los habitantes rurales. Las grandes ciudades son lugares privilegiados de una nueva evangelización. En estas ciudades se encuentra el tráfico de drogas, el alcoholismo y el abandono de ancianos y enfermos.

No a la acedia egoísta. Muchos laicos sienten el temor de ser invitados a evangelizar y se escabullen por sus ocupaciones o por realizar sus proyectos irrealizables y no vivir lo que buenamente podrían hacer.

Otros desafíos eclesiales. La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad... Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia, Los desafíos están para superarlos.

Capítulo tercero.

Todo el pueblo de Dios anuncia el Evangelio. El pueblo que peregrina hacia Dios debe evangelizar por ser parte de la Iglesia. Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, lo que implica anunciar el Evangelio al mundo de nuestro alcance, para que se sienta acogido, perdonado, amado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.

Un pueblo con muchos rostros. Este Pueblo de Dios se encuentra en los pueblos de la tierra, cada uno con su propia cultura. La cultura abarca la totalidad de la vida de un pueblo. Esto se debe a que la persona humana por su “misma naturaleza tiene absoluta necesidad de la vida social”. Naturaleza y cultura está estrechamente unidas. La Iglesia “introduce a los pueblos, con sus culturas, en su misma comunidad”. La diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia, sino que la enriquece. El mensaje revelado no se identifica con ninguna cultura, pues su contenido es transcultural.

La fuerza evangelizadora de la piedad popular. El ser humano es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a que pertenece. En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. El caminar juntos hacia los santuarios marianos es manifestación de la piedad popular. El rezo del Rosario de una madre junto a su hijo enfermo es otra manera.

Persona a persona. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que uno trata. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús, sea en la calle, en la plaza o en el trabajo

Cultura, pensamiento y educación No puede haber oposición entre la fe y la razón, ya que ambas proceden de Dios.

La Universidad es ámbito privilegiado para pensar y desarrollar este empeño evangelizador

Recursos pedagógicos. Di mucho en pocas palabras. Una buena homilía debe contener “una idea, un sentimiento y una imagen”. No dice tanto lo que no hay que hacer, sino proponer lo que podemos hacer mejor.

Acompañamiento en los procesos de crecimiento. Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana. Algunos se creen libres al caminar al margen de Dios, sin advertir que se quedan existencialmente  huérfanos, Necesitamos más escuchar que oír.     

 Capítulo cuarto.

Confesión de la fe y compromiso social. ¡Qué peligroso y dañino es este acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia!

El Reino que nos reclamase trata de amar a Dios que reina en el mundo. Se trata del criterio de universalidad, propio de la dinámica del Evangelio

La enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales. Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad de las personas sin influencia alguna en la vida social y nacional y de las instituciones de la sociedad civil.

Unidos a Dios escuchamos un clamor. Cada cristiano está llamado a ser instrumento de Dios para la liberación y promoción de los pobres. La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal como realidades anteriores a la propiedad privada.

El lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de Dios. Para la Iglesia la opción por los pobres es de una categoría teológica antes que cultural. Hemos de valorar al pobre en su propia bondad, en su forma de ser, con su cultura y su modo de vivir la fe.

El bien común y la paz social. La paz social no puede entenderse como una ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre otros. Principios que orientan el desarrollo de la convivencia.

El tiempo es superior al espacio. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo y el límite es la pared que se nos pone delante.

El único patrón para valorar con acierto una época es pregunta hasta qué punto se desarrolla en ella y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia humana, de acuerdo con el carácter peculiar  y las posibilidades de dicha época.

La unidad prevalece sobre el conflicto. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Lo más acertado es situarse ante el conflicto, aceptar y sufrirlo, procurando resolverlo transformándolo en un nuevo proceso. ¡Felices los que trabajan por la Paz!

Los conflictos provienen de la diversidad de opiniones.

La diversidad es bella cuando se acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación,  hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una “diversidad reconciliada”

La realidad es más importante que la idea. La realidad simplemente “es”, la idea “se elabora”.

Es decir, la realidad es superior  la idea.

El criterio de realidad de la Palabra ya encarnada es esencial para la evangelización.

El todo es superior a la parte Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana y, al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local que nos hace caminar con los pies sobre la tierra.

Dialogo social como contribución a la Paz. La Iglesia proclama “el evangelio de la paz”. La nueva evangelización anima a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio creíble de una vida reconciliada. Derecho fundamental humano es la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia.

El diálogo ecuménico.  Jesús pide “que todos sean uno” El ecumenismo es un aporte a la unidad de la familia humana. La búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Entran en este contexto las relaciones interreligiosas y con el Judaísmo.

Capítulo quinto.

Motivaciones para renovar el impulso misionero La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración y se alegra que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales grupos de oración. Se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista.

El encuentro personal con el amor de Jesús. L primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús. El verdadero misionero sabe que Jesús está con él. Unza persona que no está convencida, entusiasmada, segura y enamorada no convence a nadie.Deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartir la vida con todos, escuchar sus inquietudes, nos alegramos con los alegres y nos lamentamos con los que se lamentan y acompañemos al que sufre. Benedicto XVI dijo: “cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte en ciegos ante Dios”.

Si queremos crecer en la vida espiritual no podemos dejar de ser misioneros. Hay más alegría en dar que en recibir.

Si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida Algunos no se entregan a la misión pues creen que nada puede cambiar y esforzarse para ellos es inútil. Con la experiencia de fracasos se cae en cansancio. El misionero sabe que nada se pierde, los frutos no sabemos cuándo, dónde, ni cómo. La misión es una obligación.